Creado por el Jens Bangsbo en Dinamarca, el yo-yo test ha probado ser una de las pruebas indirectas más fiables en todo el mundo. Su objetivo es muy claro: medir el consumo máximo de oxígeno de forma progresiva (aumenta su dificultad en el tiempo) y maximal (termina cuando el atleta ya no puede continuar con la prueba).
El test consiste en realizar carreras de ida y vuelta sobre un tramo de 20 metros, a una velocidad que aumenta progresivamente, hasta alcanzar el agotamiento. Estos 20 metros suelen estar demarcados por dos líneas rectas y paralelas que los deportistas deben tocar al momento de escuchar la señal sonora.
Efectivamente, una de las características del yo-yo test es el empleo de una cinta que emite una serie de “bips” a intervalos regulares, marcando el ritmo de la carrera. A medida que la carrera se vuelve más rápida y agobiante, los deportistas comienzan a dejar la prueba.
El yo-yo test tiene 3 variantes:
1) Yo-yo de resistencia: cuya finalidad es determinar el consumo máximo de oxígeno
2) Yo-yo de resistencia intermitente: cuya finalidad es medir la capacidad de resistencia intermitente.
3) Yo-yo de recuperación intermitente: cuya finalidad es medir la capacidad de recuperación ante esfuerzos intermitentes progresivos.
A su vez, el test dispone de 2 niveles de dificultad. El primer nivel, recomendado para principiantes, comienza a 8 km/h, lo que equivale a decir que se dispone de 9 segundos para cubrir los primeros 20 metros. Si un deportista llega a nivel 16 o 17, puede iniciar el prómimo test desde nivel 2, donde la velocidad de inicio es superior a los 11 km/h.
El yo-yo test ha demostrado su efectividad sobre todo en el campo de los deportes de conjunto, gracias a su carácter de especificidad. Por tal motivo, en actividades tales como handball, voley o basquet, el yo-yo test se vuelve un instrumento de evaluación sumamente eficaz, y de mayor grado de correlación a otros tests individuales.
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