La historia de Rodrigo Amaral podría ser una más de las tantas que viven los niños con talento. Gente desesperada atrás del chico; captadores intentando por todos los medios convencerlo para llevarlo a su club, empresarios conversando a los padres para que firmaran un compromiso de representatividad. Nada que no hubiera vivido otro chico. Los casos abundan: Enzo Scorza, Nicolás Schiacappasse, Santiago González y tantos otros.
Pero el niño, porque en definitiva por esos tiempos se ponía la moña para
ir a la escuela, acabó en medio de una inaudita situación, según se narra
en el libro La cara oculta del baby fútbol, que dedica un capítulo a la historia
del jugador de Nacional.
ir a la escuela, acabó en medio de una inaudita situación, según se narra
en el libro La cara oculta del baby fútbol, que dedica un capítulo a la historia
del jugador de Nacional.
Rodrigo Amaral deslumbró desde pequeño. Pura potencia. Cuentan los que
lo tuvieron enfrente que era un sufrimiento. Un chiquilín capaz de tomar la
pelota en el medio de la cancha y eludir a medio cuadro rival para hacer el
gol. Rompía los ojos. Los equipos que tenían que enfrentar a Carabela
s sabían que la iban a pasar mal.
Como habrá sido la cosa que, el propio Amaral, reveló que jugando
en el baby fútbol pretendieron venderlo. "Un cuadro me quería
comprar pero yo estaba para divertirme", expresó el jugador de
Nacional.
lo tuvieron enfrente que era un sufrimiento. Un chiquilín capaz de tomar la
pelota en el medio de la cancha y eludir a medio cuadro rival para hacer el
gol. Rompía los ojos. Los equipos que tenían que enfrentar a Carabela
s sabían que la iban a pasar mal.
Como habrá sido la cosa que, el propio Amaral, reveló que jugando
en el baby fútbol pretendieron venderlo. "Un cuadro me quería
comprar pero yo estaba para divertirme", expresó el jugador de
Nacional.
Los empresarios, naturalmente, andaban desesperados atrás de Rodrigo para que firmara contrato. "Dos años antes de terminar el baby fútbol noté que los contratistas empezaban a hablar para llevarme a otros clubes. Me querían representar pero mis viejos se negaban", comentó Amaral rememorando aquellos tiempos donde tenía 10 años.
En el entorno del chico los conocidos, los que lo veían todos los fines de semana, se empezaron a sorprender por la cantidad de gente que comenzó a aparecer por la cancha en procura de la fruta deseada. Llegaron a afirmar que «las caras que caían no generaban confianza, es más, algunos metían miedo».
Como ocurre habitualmente en estos casos, las familias son abordadas por sorpresa, los padres de los chicos no están acostumbrados a tratar con gente que piensa en el chico como una futura inversión.
Un año antes de terminar el baby fútbol, el empresario Pablo Bentancur se transformó en su representante. "¿Qué me daba Bentancur? Una plata por mes y nada más. Yo no sabía siquiera si iba a seguir jugando al fútbol. Un día le dije que no quería estar más con él".
El club Carabelas, donde militaba Amaral, juega en la Liga Palermo. Uno de sus tantos rivales es Rincón de Carrasco, El equipo fundado por el empresario Pablo Boselli. Y no pasó mucho tiempo para que llegara a oídos del contratista el nombre de aquel chiquilín que deslumbraba y marcaba la diferencia.
Entonces, cuando Rincón tuvo que jugar algún torneo importante en Mar del Plata, pidió permiso para llevar a Rodrigo. De ahí a que Rodrigo pasara a tener su segundo representante fue apenas un paso. La empresa GBG, propiedad del empresario, pasó a manejar los destinos del delantero cuando tenía 11 años.
El siguiente escalón fue llevarlo a las formativas de Nacional, ya que en Rincón trabaja el captador de los tricolores Daniel López, conocido popularmente como «Pato». «Y ahí lo capté al chiquilín, con unas condiciones bárbaras», comentó el empresario.
"Con Pablo arranqué en Séptima división de Nacional. No me daba dinero pero me ayudaba en casa", reveló Amaral.
Boselli afirma que lo acompañó a todos lados, incluso al sanatorio. Fueron seis años, «de lunes a viernes comiendo aquí[su oficina, donde se desarrolló la charla». Hasta que un día apareció otro empresario en escena y se desató la lucha de intereses. El niño quedó como rehén en el medio de la batalla.
«Había dos grupos [empresariales] que se peleaban por él. Desde que Rodrigo tenía 10 años aparecían empresarios y hablaban con la familia. Estuvo con Pablo Bentancur, con Boselli... y se lo sacaban unos a otros, supongo que para hoy o mañana llevárselo a jugar al exterior», afirmó gente del entorno del jugador.
A fines de 2011, el exfutbolista y hoy escritor Daniel Baldi fue invitado por el empresario Boselli para trabajar en GBG. A Daniel se le designó el área llamada Deporte y Cultura. El contacto con la empresa le permitió conocer de cerca algunos aspectos de la historia.
«Era un situación complicada. Siempre pidiendo dinero, dinero, dinero y dinero y estaba claro que cuando llegara un dinero mayor no iba a importar nada. Pablo le pagó muchas veces un montón de cosas a la mamá, al padre, pero fue una situación compleja. Familia dividida, papá por un lado, mamá por otro. Y era obvio que llegó alguien con dinero y ya está. Se fue».
El tema era sumamente intrincado. Es que en determinado momento apareció un documento firmado por los padres del chico. Como la disputa de los grupos empresariales no tenía fin, un conocido de la familia pidió el documento y se lo llevó a un abogado conocido para que asesorara en el tema. El profesional llegó a la conclusión de que el documento en cuestión no tenía valor.
Fue entonces cuando el empresario Daniel Fonseca apareció en escena para pulsear por la futura joya del fútbol uruguayo. Dicen que el tira y afloje fue tremendo. Propuestas, ofrecimientos al padre y a la madre. Charlas, reuniones y Amaral en medio de dos fuegos.
Y finalmente la familia terminó optando por Fonseca.
La historia
«¿Qué pasó? Yo te puedo decir lo que pasó. No quiero lastimar a nadie, porque es hablar de la mamá, del papá, de los hermanos. Lo quiero muchísimo a Rodrigo. Pero te hablo con datos de la realidad: tuvimos a un chico durante seis, siete años aquí, le proporcionamos asistencia odontológica para arreglarse la boca, nutricionista, exámenes médicos. Como un hijo lo tratamos. Dormía en mi casa, vacacionó conmigo durante 15 días. Un día vino otra gente –él con contrato firmado conmigo–, le ofreció otra cosa y los padres decidieron cambiar. Ese es un dato de la realidad. No puedo hablar más nada porque puedo lastimar a alguien y no quiero», admitió Pablo Boselli.
A buen entender pocas palabras. Leyendo entre líneas se puede llegar a la conclusión de que le ofrecieron cosas que GBG no estaba dispuesta a ofrecer.
Boselli reveló que para él era muy sencillo poner dinero, pero que no estaba de acuerdo en hacerlo y por eso perdió a una de las mejores promesas futbolísticas de Uruguay.
«Siete años conmigo estuvo el chico, desde los 11 años. No tengo nada que decir de Rodrigo. Llegó a un acuerdo comercial con Daniel Fonseca, que no respetó, y yo perdí a un jugador por no acceder a comprar... quizás un par de autos, o algo así. Es clarísimo, mirá que Amaral va a valer mucha plata. Pero en eso no transo, transo en esto que ves acá [señala su oficina]».
Amaral prefirió no hablar del tema y mucho menos salir a responder a su exrepresentante. "Me fui... No me gusta hablar de esos temas. Me fui por un tema de vinculación".
La situación vivida por Rodrigo invita a muchas reflexiones. El lector sacará sus propias conclusiones sobre la presión que tuvo que cargar el chico desde los 10 años.
Queda hasta la sensación de que Rodrigo debió pagar un alto precio por sus condiciones futbolísticas. Todo por algo que debiera ser tan simple para un niño: jugar.
"En este mundo en el que vivimos a los botijas desde chiquitos les meten el tema de los empresarios y eso no tiene que pasar. Yo sigo siendo un niño, me encanta jugar y no meterme en todos esos problemas", concluyó Amaral.
Su pensamiento coincide con una carta de un niño que aparece en varios medios de Latinoamérica. En una parte de la misiva, el chiquilín se dirige a sus padres y amigos pidiendo: «No planifiquen tanto con mi vida, ni con mi persona. Déjenme vivir la edad que tengo, pues solo pasa una vez por mi vida».
El Observador
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