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miércoles, 7 de noviembre de 2012

"Ganando con la Camiseta?", una opinión

de la revista a Nexo-Sport

“GANÓ CON LA CAMISETA”


Una peligrosa línea de pensamiento que se trasmite desde el fútbol
Por Ricardo Piñeyrúa
Quien cree que se gana con la camiseta o con una supuesta guapeza histórica, casi genética de los uruguayos, busca las explicaciones fáciles en la sociedad y en general discute lejos de la esencia de los problemas.
“Ganó con la camiseta” fue la síntesis de un diario para explicar la victoria de Nacional sobre Defensor Sporting en la final del Campeonato Uruguayo. Es un buen punto de partida para debatir acerca de la visión mágica que sobre los resultados en el fútbol impera en nuestro país y en particular en los medios.
Quizás nos enfrentamos a la incapacidad para buscar explicaciones racionales, a una haraganería reflexiva o a la necesidad de llenar espacios, acompañada por la búsqueda del éxito y la audiencia que muchas veces se consiguen diciendo lo que la mayoría quiere escuchar.
Siempre es más fácil justificar la derrota o la falta de victorias responsabilizando a los demás, a los árbitros, a quien fijó la hora del partido, a la Confederación Sudamericana de Fútbol y a Fox Sport -que quieren que ganen los argentinos-, a Tenfield -que quiere a Peñarol y no a Nacional-, o, cuando éramos vigésimo y pico en el ranking mundial, a la FIFA, que nos perjudicaba porque no le interesaba nuestro mercado.
GANABAN PORQUE JUGABAN BIEN. Cuando la selección dirigida por Oscar Washington Tabárez no tenía buenos resultados, épocas en que se comenzaba a cambiar la imagen de fútbol golpeador, la campaña mediática contra el maestro era muy grande y se le acusaba de querer un fútbol “de señoritas”.
En épocas recientes, un periodista acuñó el concepto del peso del brazalete de capitán, hermano menor del peso de la camiseta, y afirmaba que a Diego Lugano le pesaba tanto que le impedía jugar bien.
Otro connotado colega, casi golpeándose el pecho, pedía un “Negro” pues los buenos tiempos de la selección fueron cuando hubo al menos un afro-descendiente con la celeste.
Afirmaciones como estas se encuentran en todas partes y en todos los medios, el anecdotario futbolero crece con el tiempo como las mentiras en los cuentos de Don Verídico y está cargado de afirmaciones sobre hombría, anécdotas de trancazos, planchazos, piñazos y codazos, que aparentemente han sido la causa por la que se obtuvieron resonantes éxitos futbolísticos.
Lo curioso es que esa construcción mítica supera la explicación de los propios protagonistas, que desmienten lo épico y afirman lo futbolístico. Los uruguayos jugaban muy bien al fútbol y por eso ganaban, han dicho, con razón, los protagonistas de nuestros lauros deportivos.
Estas mágicas ideas, tan repetidas, se han transformado en verdades que traban la reflexión, que todo lo explican y, como un péndulo, pasan del éxito al fracaso sin estaciones.
La camiseta pesa para ganar o para perder. En esta oportunidad, supuestamente, aplastó a Defensor Sporting; en otras detuvo a los propios jugadores tricolores; en otras, según se ha dicho, les hizo perder movilidad o velocidad pues les “quedó grande”.
Casi todo se valora llegando a extremos: miremos el caso de Marcelo Gallardo. Se lo glorificó cuando ganó el campeonato, pero meses antes, cuando Nacional quedaba eliminado de la Libertadores, se le crucificaba y, antes aun, en el torneo previo, corrió el riesgo de ser echado por malos resultados.
La evaluación en función solo de un resultado se ha transformado en una práctica constante. El gol de Álvaro Recoba, una genialidad en un partido parejo y de bajo nivel, se transforma en “ganar con la camiseta”.
Un penal ejecutado por Pablo García da en el palo, nos deja fuera de la final de la Copa América de Venezuela y hay que cambiar todo.
La mano de Luis Suárez y el penal errado por Gyan apagó las discrepancias y todos se subieron al carro de la gloria. La diferencia fue de centímetros y ambos palos separaron la gloria del fracaso, aunque la mayoría sigue sin reflexionar sobre procesos, proyectos y organización, que en eso se comentaron los logros de este último periodo.
¿QUÉ TIENE QUE VER LA CAMISETA? Miremos el caso de la final del reciente Campeonato Uruguayo, comparemos a los dos equipos, el poderío de sus planteles, la experiencia acumulada en uno y otro, la presión del público, el desarrollo económico y, aun más, la tabla de posiciones, donde Nacional hizo más puntos a lo largo de la temporada y su saldo de goles fue mayor, y podremos concluir lógicamente que hay una ventaja, leve pero ventaja al fin. Pero, ¿qué tiene que ver la camiseta? Nada. Todas las ventajas eran para Nacional, pero Defensor Sporting podía igualarlo pues practicaba un fútbol prolijo, rápido y eficiente: por nada más.
Pese a esto, la conquista del campeonato se fundamenta con argumentos que apuntan a mitificar al ganador, disminuyendo al perdedor de tal forma que, sin darse cuenta, opacan al campeón que en definitiva logró el título ante un supuestamente pobre y acobardado contrincante.
Algunos van a decir que poco importa, pues en realidad es fútbol y es sabido que el fútbol es pasión, es visceral. Otros hacen un show del debate sobre fútbol y transforman periodísticos en programas de humor. Se dice cualquier disparate, desde que hay que hacer justicia por mano propia por una falta excesiva, hasta que los sicólogos son todos homosexuales. Estamos en la era de Marcelo Tinelli y quien no sigue su corriente se aleja del éxito y la fama.
EXPLICACIONES FÁCILES. Lo preocupante es que esta línea de pensamiento va construyendo una interpretación ingenua de la realidad, que se transmite del fútbol a todo.
Quien cree que se gana con la camiseta o con una supuesta guapeza histórica, casi genética de los uruguayos, busca las explicaciones fáciles en la sociedad y en general discute lejos de la esencia de los problemas.
¿Cuántos pasos hay entre esas ideas en el fútbol a pensar y decir que hay que meter presos a todos los jóvenes que usan gorrita y pantalones caídos?; ¿cuánta distancia hay entre dichas ideas y responsabilizar de todos los problemas de inseguridad a la pasta base? ¿Cuántos están aferrados a consignas que han vencido con el tiempo y se mantienen firmes, como la de los pregoneros de la “garra charrúa”?
La ingenuidad en la búsqueda de soluciones a veces perturba. Un relator de fútbol afirmó que los problemas de violencia en los espectáculos deportivos se solucionan pidiendo la cédula de identidad a la entrada de los estadios. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia…
Tanta ingenuidad hace pensar en intencionalidad. Crear opinión, la que fundamenta que se gana con una camiseta, es la misma que acusa a los hinchas violentos con el mote de “desadaptados de siempre”, sin intentar reflexionar sobre conductas que protagonizan jóvenes de nuestra sociedad y que son parte del presente que hemos creado nosotros mismos.
El discurso que acusa a un jugador de robar la plata o a un árbitro de tramposo, el del que grita “cobrá que es el último hombre” (sin saber que esa regla no existe en el fútbol), es el mismo que pide la rebaja de la edad de imputabilidad o, igual o peor, el que quiere esconder ese mismo objetivo subiendo drásticamente las penas a los menores infractores.
Una frase puede encerrar un concepto del mundo. Y creo que no nos damos cuenta que no hay cambio si no cambian las frases que se instalan en nuestros medios y ganan a nuestros ciudadanos.
Fuente: Vadenuevo.com

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