Marcelo Fontona, director saliente de la asociación de colegios católicos, propone un sistema integrado en la educación
Tras nueve años al frente de la Asociación Uruguaya de Educación Católica (Audec), Marcelo Fontona, sacerdote salesiano, deja el cargo de director. A partir de febrero de 2014, su lugar lo ocupará la hermana Laura Guisado, quien ganó las recientes elecciones. En el colegio Maturana (Prado), donde vive en comunidad, Fontona conversó con El Observador sobre el sistema educativo, el papel de los docentes, de los padres y del Estado. Para el director saliente de Audec, la mayoría de los problemas que actualmente enfrenta la educación en Uruguay se solucionarían “reencantando” a los docentes con su vocación. “Este es el punto central, que pocas veces estamos abordando”, señaló.
¿La crisis educativa llegó al sector privado?
Según en qué identifiquemos y cuantifiquemos la crisis. Si lo identificamos con el rezago escolar, con el ausentismo docente o de los alumnos o con el resultado en los aprendizajes, eso a nosotros no nos ha afectado. Venimos trabajando bien y en la última medición de PISA aparentemente nosotros no empeoramos. Pero sí trabajamos con el mismo personal docente. Hay un desencantamiento de la vocación de educador. La educación necesita transmitir una pasión por el aprendizaje porque uno no aprende si no ve a otro aprender y a otro entusiasmado por aprender. Y ahí tenemos un déficit país con múltiples causas.
¿Por qué?
Nosotros encontramos docentes que cumplen su tarea, pero de encontrar a quienes tienen como gran preocupación el desarrollo integral del chico y se metan en el proceso de aprendizaje de forma autónoma más allá de la presencia del centro, estamos lejos. Lo que hace un docente con su propia vida es un reflejo de lo que hace en el aula. Un docente que no se actualiza, que no se perfecciona, es un docente que se dejó estar. Cómo puede desencadenar un proceso de aprendizaje en el alumno, si él mismo no lo hace consigo mismo. Para mí, el problema central de la educación del país pasa por esto. Porque puedes tener un sistema que sea un caos, un gobierno de la educación que no sea el adecuado –como entiendo que es–, remuneraciones bajas –como lo son–, pero si tienes docentes encantados de su profesión, igualmente va a haber aprendizaje de los niños. Porque la educación se juega en la relación alumno–educador. Este es el punto central. Y pocas veces lo estamos abordando.
¿Por qué considera que el gobierno de la educación no es el adecuado?
Entendemos que la educación tiene que modernizarse en la gestión como lo han hecho muchos países y lo ha hecho Uruguay en otras áreas. No es sano, no es eficiente, que el rol de rector y ejecutor estén en las mismas manos. En la salud, la tarea rectora está a nivel ministerial y la ejecución pasa por ASSE, diversos prestadores estatales o privados, que deben brindar una misma calidad de servicio.
¿Tendría que haber un sistema integrado como en la salud?
La Constitución de la República dice que hay libertad de educación. Esto quiere decir que los padres pueden elegir la educación que quieren y que las entidades pueden ofrecer distintas propuestas de educación. Creo que hay que respetar la Constitución.
¿Y el Estado debe subvencionar a los privados?
Puede que sí o puede que no. En el tema de la telefonía todo el mundo accede al servicio y lo paga. No necesariamente eso va de la mano con que el Estado tenga que transferir recursos a la educación privada, aunque entiendo que debería ser así. En Uruguay, con sus impuestos toda familia está pagando la educación y cuando va a un colegio privado paga dos veces y eso no puede ser.
¿Los padres se involucran en la gestión? ¿Hay preocupación?
En muchos países, muchos colegios son de los padres porque en realidad son los primeros preocupados de la educación de sus hijos, acá hay alguna experiencia, pero en Uruguay no hay cultura de que los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos. En el inconsciente de los uruguayos está metido: yo elijo a alguien para que se encargue de la educación de mis hijos y después reclamo. En otros países sienten mucho más fuerte esa responsabilidad. Y esto influye en el desarrollo de los niños: están sumando juntos.
¿Cuesta involucrar a los padres?
Así como en los padres no está la conciencia de que se tienen que encargar de la educación, en alguna cabeza de los educadores, los padres no tienen que venir al colegio. Todo esto genera esquizofrenia en los chiquilines porque en el colegio se les enseña cosas que no se condicen con lo que aprenden en su casa, o al revés. Esto lo vemos en Uruguay en muchos aspectos.
¿La crisis educativa llegó al sector privado?
Según en qué identifiquemos y cuantifiquemos la crisis. Si lo identificamos con el rezago escolar, con el ausentismo docente o de los alumnos o con el resultado en los aprendizajes, eso a nosotros no nos ha afectado. Venimos trabajando bien y en la última medición de PISA aparentemente nosotros no empeoramos. Pero sí trabajamos con el mismo personal docente. Hay un desencantamiento de la vocación de educador. La educación necesita transmitir una pasión por el aprendizaje porque uno no aprende si no ve a otro aprender y a otro entusiasmado por aprender. Y ahí tenemos un déficit país con múltiples causas.
¿Por qué?
Nosotros encontramos docentes que cumplen su tarea, pero de encontrar a quienes tienen como gran preocupación el desarrollo integral del chico y se metan en el proceso de aprendizaje de forma autónoma más allá de la presencia del centro, estamos lejos. Lo que hace un docente con su propia vida es un reflejo de lo que hace en el aula. Un docente que no se actualiza, que no se perfecciona, es un docente que se dejó estar. Cómo puede desencadenar un proceso de aprendizaje en el alumno, si él mismo no lo hace consigo mismo. Para mí, el problema central de la educación del país pasa por esto. Porque puedes tener un sistema que sea un caos, un gobierno de la educación que no sea el adecuado –como entiendo que es–, remuneraciones bajas –como lo son–, pero si tienes docentes encantados de su profesión, igualmente va a haber aprendizaje de los niños. Porque la educación se juega en la relación alumno–educador. Este es el punto central. Y pocas veces lo estamos abordando.
¿Por qué considera que el gobierno de la educación no es el adecuado?
Entendemos que la educación tiene que modernizarse en la gestión como lo han hecho muchos países y lo ha hecho Uruguay en otras áreas. No es sano, no es eficiente, que el rol de rector y ejecutor estén en las mismas manos. En la salud, la tarea rectora está a nivel ministerial y la ejecución pasa por ASSE, diversos prestadores estatales o privados, que deben brindar una misma calidad de servicio.
¿Tendría que haber un sistema integrado como en la salud?
La Constitución de la República dice que hay libertad de educación. Esto quiere decir que los padres pueden elegir la educación que quieren y que las entidades pueden ofrecer distintas propuestas de educación. Creo que hay que respetar la Constitución.
¿Y el Estado debe subvencionar a los privados?
Puede que sí o puede que no. En el tema de la telefonía todo el mundo accede al servicio y lo paga. No necesariamente eso va de la mano con que el Estado tenga que transferir recursos a la educación privada, aunque entiendo que debería ser así. En Uruguay, con sus impuestos toda familia está pagando la educación y cuando va a un colegio privado paga dos veces y eso no puede ser.
¿Los padres se involucran en la gestión? ¿Hay preocupación?
En muchos países, muchos colegios son de los padres porque en realidad son los primeros preocupados de la educación de sus hijos, acá hay alguna experiencia, pero en Uruguay no hay cultura de que los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos. En el inconsciente de los uruguayos está metido: yo elijo a alguien para que se encargue de la educación de mis hijos y después reclamo. En otros países sienten mucho más fuerte esa responsabilidad. Y esto influye en el desarrollo de los niños: están sumando juntos.
¿Cuesta involucrar a los padres?
Así como en los padres no está la conciencia de que se tienen que encargar de la educación, en alguna cabeza de los educadores, los padres no tienen que venir al colegio. Todo esto genera esquizofrenia en los chiquilines porque en el colegio se les enseña cosas que no se condicen con lo que aprenden en su casa, o al revés. Esto lo vemos en Uruguay en muchos aspectos.