Se cumplen hoy las bodas de plata de un registro del cubano Sotomayor que sigue imbatbile
Imagínese si algún día le plantean a usted saltar por encima de un arco de fútbol. Seguramente pensará que la persona que lo invita al desafío está loca. Ni hablemos si en lugar del arco le redoblan la apuesta por la altura de una casa o casi la de un aro de básquetbol.
A simple vista es impensado que una persona normal, con solo el impulso de tomar carrera, pueda sortear esos escollos. Pero así como hay gente que nace para pilotear un auto de Fórmula Uno, hay otros que vienen al mundo con el don natural de elevarse más allá de lo común para establecer marcas que perduran en el tiempo.
El caso del cubano Javier Sotomayor es inusual. Un día como hoy, pero de hace 25 años, estableció un récord al saltar 2,43 metros en el mundial de salto alto en pista cubierta en Budapest y nadie fue capaz de superar su marca. Cuatro años después, mejoraría dos centímetros ese registro, a cielo descubierto. Y mire que lo intentaron…, pero no hubo caso.
El que estuvo más cerca de quebrar su marca fue el particular ruso Iván Ukhov que, pese a sus grandes problemas con el alcohol, sigue estando a un solo centímetro de imponer un nuevo registro.
Sotomayor sabe que a sus marcas –también tiene la de salto de aire libre– les queda poco tiempo de vida, aunque pensaba que su heredero sería el ucraniano Bohdan Bondarenko, campeón mundial el año pasado en Moscú con 2,41.
“El catarí Mutaz Essa Barshim estuvo muy bien, pero sí, Bondarenko es hoy el mejor saltador del mundo y el que puede sobrepasar esa cota (2,45 metros)”, comentó Soto al diario Granma de Cuba. El ucraniano había logrado el mejor salto en 19 años.
Sin embargo, la amenaza más reciente para la supervivencia de los récords de Soto procede del ruso Ivan Ukhov (27 años), campeón olímpico en 2012, que el 25 de febrero pasado saltó 2,42 en Praga.
El 27 de julio de 1993, Sotomayor exhaló un suspiro de alivio en las pistas anexas al estadio Helmántico salmantino cuando elevó su récord en un centímetro, de 2,44 a 2,45. Para un profano era una porción insignificante, pero a él le dio la seguridad de que, ahora sí, su récord estaba a salvo de contingencias por mucho tiempo. Esa marca cumple 21 años en 2014.
Fue tal el predominio del cubano que una generación entera de saltadores se fue mordiendo la bronca de la impotencia de no poder saltar un poco más. Así desfilaron hombres que formaron una generación dorada compuesta por el sueco Patrick Sjoeberg, los alemanes Carlo Thränhardt y Dietmar Moegenburg, los rusos Igor Paklin y Ruldolf Povarnitsiny y el pequeño rumano Sorin Matei.
A simple vista es impensado que una persona normal, con solo el impulso de tomar carrera, pueda sortear esos escollos. Pero así como hay gente que nace para pilotear un auto de Fórmula Uno, hay otros que vienen al mundo con el don natural de elevarse más allá de lo común para establecer marcas que perduran en el tiempo.
El caso del cubano Javier Sotomayor es inusual. Un día como hoy, pero de hace 25 años, estableció un récord al saltar 2,43 metros en el mundial de salto alto en pista cubierta en Budapest y nadie fue capaz de superar su marca. Cuatro años después, mejoraría dos centímetros ese registro, a cielo descubierto. Y mire que lo intentaron…, pero no hubo caso.
El que estuvo más cerca de quebrar su marca fue el particular ruso Iván Ukhov que, pese a sus grandes problemas con el alcohol, sigue estando a un solo centímetro de imponer un nuevo registro.
Sotomayor sabe que a sus marcas –también tiene la de salto de aire libre– les queda poco tiempo de vida, aunque pensaba que su heredero sería el ucraniano Bohdan Bondarenko, campeón mundial el año pasado en Moscú con 2,41.
“El catarí Mutaz Essa Barshim estuvo muy bien, pero sí, Bondarenko es hoy el mejor saltador del mundo y el que puede sobrepasar esa cota (2,45 metros)”, comentó Soto al diario Granma de Cuba. El ucraniano había logrado el mejor salto en 19 años.
Sin embargo, la amenaza más reciente para la supervivencia de los récords de Soto procede del ruso Ivan Ukhov (27 años), campeón olímpico en 2012, que el 25 de febrero pasado saltó 2,42 en Praga.
El 27 de julio de 1993, Sotomayor exhaló un suspiro de alivio en las pistas anexas al estadio Helmántico salmantino cuando elevó su récord en un centímetro, de 2,44 a 2,45. Para un profano era una porción insignificante, pero a él le dio la seguridad de que, ahora sí, su récord estaba a salvo de contingencias por mucho tiempo. Esa marca cumple 21 años en 2014.
Fue tal el predominio del cubano que una generación entera de saltadores se fue mordiendo la bronca de la impotencia de no poder saltar un poco más. Así desfilaron hombres que formaron una generación dorada compuesta por el sueco Patrick Sjoeberg, los alemanes Carlo Thränhardt y Dietmar Moegenburg, los rusos Igor Paklin y Ruldolf Povarnitsiny y el pequeño rumano Sorin Matei.
Su evolución
Salamanca fue también el escenario del primer récord al aire libre de Sotomayor. El 8 de setiembre de 1988 le advirtió al mundo, con un salto de 2,43, que, con independencia de quien fuera, unos días después, el campeón olímpico en Seúl (lo fue el soviético Gennadi Avdeyenko con 2,38), el número uno de la especialidad no se lo sacaba nadie.
Al año siguiente, el 4 de marzo en la final de los Mundiales de Budapest, logró con idéntico registro, su actual plusmarca en pista cubierta, que ahora cumple sus bodas de plata.
Saltó en la primera oportunidad 2,25 y 2,31. Necesitó dos intentos más para superar los 2,35, siguió con 2,37 (a la primera) y batió el récord mundial con 2,43 en su primer esfuerzo. En total, seis saltos. Mogenburg y Sjoeberg le escoltaron en el podio con 2,35.
Por ahí anda el ruso Ukhov peleando contra su propia adicción a la bebida para superar al cubano. Es una amenaza latente, justo es reconocerlo.
La historia registra que el ruso compitió borracho en Lausana en 2008. ¿Qué hizo? Bajo los efectos del alcohol, tambaleante, se paró para el salto. La gente miraba expectante. Los jueces le recomendaron no saltar. Pero allá fue. Cuando llegó pasó por debajo de la barra y el estadio se le vino abajo por los abucheos.
Ahora Ukhov se convirtió en el más firme candidato a suceder al rey de las alturas.
Salamanca fue también el escenario del primer récord al aire libre de Sotomayor. El 8 de setiembre de 1988 le advirtió al mundo, con un salto de 2,43, que, con independencia de quien fuera, unos días después, el campeón olímpico en Seúl (lo fue el soviético Gennadi Avdeyenko con 2,38), el número uno de la especialidad no se lo sacaba nadie.
Al año siguiente, el 4 de marzo en la final de los Mundiales de Budapest, logró con idéntico registro, su actual plusmarca en pista cubierta, que ahora cumple sus bodas de plata.
Saltó en la primera oportunidad 2,25 y 2,31. Necesitó dos intentos más para superar los 2,35, siguió con 2,37 (a la primera) y batió el récord mundial con 2,43 en su primer esfuerzo. En total, seis saltos. Mogenburg y Sjoeberg le escoltaron en el podio con 2,35.
Por ahí anda el ruso Ukhov peleando contra su propia adicción a la bebida para superar al cubano. Es una amenaza latente, justo es reconocerlo.
La historia registra que el ruso compitió borracho en Lausana en 2008. ¿Qué hizo? Bajo los efectos del alcohol, tambaleante, se paró para el salto. La gente miraba expectante. Los jueces le recomendaron no saltar. Pero allá fue. Cuando llegó pasó por debajo de la barra y el estadio se le vino abajo por los abucheos.
Ahora Ukhov se convirtió en el más firme candidato a suceder al rey de las alturas.
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