Todo movimiento sirve
cuando lo que se intenta es conseguir satisfacción a través del deporte
Jane E. Brody - The New York Times
El otro día me disponía
a faltar a mi nado diario por la mañana. Había caminado 5 kilómetros con una
amiga y llevado mi perro al parque para que se ejercitara. Yo estaba realmente
cansada, me dolía la espalda, tenía que escribir una columna y mucho que hacer
en la casa.
Pero, por experiencia,
sabía que me sentiría mucho mejor tras 40 minutos de dar vueltas en la piscina.
Así que me zambullí. Y sí, efectivamente me sentí mejor; no solo refrescada
sino más vigorosa, con la mente despejada y mejor preparada de lo que estaría
de lo contrario para acometer los aspectos esenciales del día.
Michelle Segar, quien
dirige el Centro de Investigación y Política del Deporte, Salud y Actividad en
la Universidad de Michigan, diría que yo había reenmarcado mi experiencia con
el ejercicio, haciendo que fuera cada vez más probable que yo siguiera nadando
–incluso en días en que no me daban ganas de hacerlo– porque lo veía como una
actividad positiva y restauradora.
Segar, psicóloga
especializada en ayudar a la gente a adoptar y mantener hábitos de ejercicio
con regularidad, es la autora de No sude: Cómo la ciencia simple de la motivación puede
brindarle toda una vida de salud y bienestar. Su investigación ha
mostrado que incluso personas que odian hacer ejercicio o que han abandonado
repetidamente, pueden aprender a disfrutarlo y seguir con él.
"La salud no es una manera
óptima de volver relevante la actividad física y no tiene la misma capacidad de
persuasión para la mayoría de la gente para que le dé prioridad en sus agitadas
vidas", dijo Segar en una entrevista.
Si bien parece contrario
a la intuición, algunos estudios han demostrado que la gente cuyos objetivos
son la pérdida de peso y mejor salud, tiende a pasar la menor cantidad de
tiempo en el gimnasio. Eso es cierto incluso para adultos mayores, reveló un estudio
de 335 hombres y mujeres de entre 60 y 95 años de edad.
Más bien, las
recompensas inmediatas mejoran la vida cotidiana –más energía, mejor humor,
menos tensión– y ofrecen mucha más motivación.
En su nuevo libro, la
autora describe estrategias para poner de pie incluso a las personas más
sedentarias, empezando con formas de superar fracasos del pasado y sentimientos
negativos con respecto al ejercicio que hacen que se sienta más como castigo
que como placer.
En lugar de la
recomendada media hora diaria o dosis de 10 minutos de ejercicio moderado tres
veces al día, Segar sugiere que "todo cuenta": usar las escaleras en
vez del elevador, deshierbar el jardín, bailar, incluso caminar al dispensador
de agua.
"Deberíamos contar
toda oportunidad de movernos que exista en nuestras vidas como un movimiento
que merece la pena hacerse'', escribió. Segar promueve la adopción de un
enfoque de comercializador de alimentos para las sesiones de ejercicio:
disfrute "bocadillos" de ejercicio que puedan persuadir a incrementos
graduales en la cantidad que "se consume". Además, al igual que las calorías en bocadillos, todo se suma.
De igual importancia es darse
permiso para volver una prioridad el cuidado propio mediante la actividad
física. Segar escribió: "Cuando no le damos prioridad a nuestro cuidado
personal porque estamos atareados sirviendo a otros, nuestra energía no se
repone. Más bien, estamos exhaustos, y nuestra capacidad para estar ahí para
cualquier otra cosa termina comprometida".
La gente que prioriza la
actividad física no necesariamente tiene más tiempo que otros. Más bien, se
aseguran de programar tiempo para hacerlo porque saben que eso mejora su
desempeño y la calidad de su vida diaria. Se ha demostrado, por ejemplo, que
los niños en edad escolar a los que dan descansos para hacer ejercicio son más
capaces de prestar atención y aprender.
Citando una ''paradoja
de cuidado personal'', Segar escribió: ''Mientras más energía le dedicamos a
cuidar de nosotros mismos, más energía tenemos para todo lo demás''. Ella
sugiere que se vea la actividad física como una fuente de poder para todo lo
demás que se quiera lograr.
Incluso quienes tienen
las mejores intenciones a menudo se preparan para el fracaso al establecer
rígidos objetivos con respecto al ejercicio. Intentan hacer demasiado, y cuando
no lo logran, renuncian y lo marcan como otro fracaso. En lugar de un objetivo
de desempeño, Segar sugiere fijar un "objetivo de aprendizaje"; esto
es, aprender a ser flexibles y no tomárselo tan mal cuando haga falta.
La consistencia supera
la cantidad cuando se intenta establecer toda una vida de salud. Cuando una
tarea de último momento interfiere en una sesión planeada de ejercicio, usted
no debería pasarla por alto totalmente. Incluso 10 o 20 minutos de actividad es
mejor que ninguna.
De igual forma, es de
utilidad anticipar desafíos para su rutina de ejercicio, usando una herramienta
del tipo "si-entonces". Si, por ejemplo, usted está demasiado cansado
después del trabajo para ir al gimnasio, piense en una actividad de reemplazo
que pudiera disfrutar, como dar una caminata solo al atardecer o con su pareja,
amigo, hijo, perro. O, en el futuro, vaya a dormir y levántese media hora antes
para incluir la actividad física antes de que las exigencias de la vida se
interpongan.
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