Cuando lo inconsciente sale a luz en los hechos cotidianos, nos produce una gran confusión, producto de que estamos tan identificados con esos mecanismos, que dejarlos es como morir.
Cuando lo oculto se pone en evidencia, ocurre para que nos liberemos de esos condicionamientos que nos limitan en cualquier relación humana, cuando lo oculto se pone en evidencia no es para que corramos a cubrirnos y tratar de solucionar las cosas, porque su cometido es des-cubrir aquello que nos corroe como una adicción intolerable.
Por eso la crisis altera el inconsciente y lo potencia 7 veces más que el conciente, para dejarlo más en evidencia.
Los hechos de la vida, solo muestran aquello que necesitamos aclarar y cuando esto ocurre todo se confabula para que los hechos que tenemos que vivir, saquen a luz las cosas que tengamos que aclarar, por eso la vida es una maestra que nos dicta las clases más correctas para nuestro despertar y por un momento nuestros grandes enemigos, son nuestros grandes maestros de la vida.
Nuestros grandes obstáculos se convierten en aquellas cosas que nos fortalecen si no luchamos contra ellos, por eso los grandes maestros nos plantean “has aprendido a regocijarte con los obstáculos”, porque en ellos está las grandes lecciones de la vida.
Si nuestra actitud sigue aprisionada, en como debería ser la vida para que podamos ser feliz y no aceptamos con confianza la crisis liberadora y por el contrario nos aferramos a las adiciones sicológicas que nos hacen dependientes de las circunstancias es muy posible que los obstáculos se agiganten cada vez más.
La imagen y la expectativa que tenemos, no solo de nosotros sino del mundo, lo que esperamos de los demás, para que se acomoden a nuestras maneras de pensar de actuar y de sentir son la primeras víctimas de la batalla interna, porque el amor no es un conjunto de virtudes que debe tener un ser humano para ser amado sino por el contrario, es cuando todo eso cae y se tira todo por la borda, la personalidad no puede amar. Si puede dar lugar y espacio para que el amor como algo natural y no como una virtud se manifieste espontáneamente, por eso cuando adviene la crisis pone en evidencia lo que ocupa ese lugar, es como el diente de leche cuando se pone flojo es porque el permanente empuja, de igual modo el inconsciente tambalea cuando la vida predispone la renovación.
Por eso no se puede servir a dos amos sin embargo sufrimos por el conflicto que nos generan esta dicotomía, pero si lo usamos para discernir y aclarar, la crisis es un milagro, es un nacimiento.. que niño o madre no sufre en el parto, ese dolor es una señal, que estamos naciendo a una vida nueva, y muchas veces esta vida es difícil de aceptar porque estamos aferrados a cosas viejas y mientras todos procuran subir la cuesta del éxito del reconocimiento la aprobación el poder y los afectos, uno renuncia al sentirse acompañado para aceptar la soledad, el desierto, la desolación humana para que en ella se geste el amor.
En esa soledad uno se encuentra con uno mismo, con ese tímido niño que mendigó atención y aprecio, se encuentra con la vergüenza sagrada de no querer sobresalir, con una terrible inseguridad que produce la incertidumbre de la vida, en ese momento hay aceptación plena de lo que uno es empieza la curación silenciosa de las exigencias que impulsaban a convertirte en alguien que fuera aceptado y amado y se desarma el control de las posesiones sicológicas que hacemos tanto del entorno como de los demás para que seamos felices.
En ese momento recobramos las huellas de aquel pequeño que caminaba y cambiamos de una calzado ajustado a las expectativas de los demás, a las formas de pensar de la sociedad, a los ideales, a las ilusiones para calzar aquel talle que nos brida naturalidad en cada paso.
Es un viaje hacia nuestro ser, no hacia lo que debemos ser, por eso si existe crisis en nuestras vidas solo tiene un propósito y es la aventura de recrearnos a nosotros mismos en los hechos cotidianos .
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F. H.
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