El problema no es lo que te pasa, sino como reaccionas tu frente a lo que te pasa.
No importa lo mucho o poco que hagas, sino "como" lo hagas.
No uses el presente para ninguna fin solo vívelo pues es lo único que existe.

domingo, 29 de octubre de 2017

El secreto de los niños más felices

Entusiasmadas por su experiencia y un estudio de Unicef, dos mujeres investigaron por qué los holandeses son los chicos más dichosos.

Evitan presiones que no corresponden a la infancia
Evitan presiones que no corresponden a la infancia
Un niño de poco menos de un año da sus primeros pasos. Se cae. ¿Qué hace la mayoría de los padres? Corren a ayudarlo. ¿Qué hacen los holandeses? Miran desde lejos y observan cómo vuelve a pararse sin ayuda. Solo van a consolarlo si lo ven llorando o buscando a sus progenitores con evidente desesperación. El mismo niño cumple seis años. Si viviera en Estados Unidos o en Uruguay, probablemente, pasaría más de dos horas al día frente a un teléfono inteligente, consola de juegos o televisión. Pero en Maastricht o en Róterdam, cuando se tienen seis años las tardes se pasan andando en bicicleta o jugando a la pelota, sin adultos cerca. Los hijos saben que tienen que volver a sus casas a las 5:30 de la tarde. Y cumplen. Puntualmente.
Cuando Rina Mae Acosta —filipina de nacimiento que creció en la zona de San Francisco, Estados Unidos, y se casó con un holandés— llegó a vivir a un pueblo a 20 minutos de Utrecht, se sorprendió al observar las diferencias culturales entre California, donde los padres parecen estar más preocupados por la adultez de sus hijos que por su niñez, y los Países Bajos, donde los niños crecen con más independencia y libertad. Un año más tarde, en 2013, volcó sus impresiones en un blog que llamó Finding Dutchland. Pronto uno de sus posts se volvió viral. Se llamaba Los 8 secretos de los felices niños holandeses y se basaba en una investigación sobre el bienestar en países de ingresos medio-altos, publicado por Unicef ese año, donde los niños de Holanda aparecen como los más felices en un listado de 29 naciones. Un resultado que el país ya había tenido en un estudio similar, también de Unicef, años antes, en 2007. No podía ser una simple coincidencia.
"Me llamó la atención que, habiendo tantos libros y blogs sobre paternidad, nadie hubiera abordado ese estudio antes", dice Rina, al teléfono desde la casa que comparte con su marido y sus hijos, de 2 y 5 años. Algún tiempo antes, Michele Hutchison, editora y traductora inglesa, había llegado a Amsterdam de la mano de su esposo holandés. Su plan era pasar ahí solo algún tiempo —fue en su maternity leave, como se le llama al puerperio—, pero decidió no volver a Londres.
Holanda logró convencerla de que era el mejor lugar del mundo para criar. Holanda, sí, pero también el estudio de Unicef. Y también el llamado de una editora de la editorial neoyorquina The Experiment, quien la convenció de lanzarse a la aventura de escribir, junto a Rina, a quien no conocía, un libro que uniera la visión de estas dos expatriadas en ese frío país del Norte de Europa.
Así nació The Happiest Kids in the World. How Dutch Parents Help their Kids (and Themselves) by doing less, que fue calificado por The Sunday Times como "uno de los más convincentes libros sobre paternidad del último año".
No querían hablar solamente desde su experiencia; por eso revisaron muchos estudios científicos sobre la niñez y se reunieron con los principales investigadores del tema en Holanda. Entre ellos, Rutt Veenhoven, de 75 años, sociólogo, profesor emérito de la Universidad Erasmo de Róterdam, editor de la revista científica Journal of Hapiness Studies y gestor de World Database of Hapiness, portal que reúne las principales investigaciones en torno a la felicidad. O Margreet de Looze, quien investiga el tema desde el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de Utrecht. "Lo que más rescato de la crianza a la holandesa es el entrenamiento en la autonomía. Es algo que prepara muy bien para la vida adulta en una sociedad de opciones múltiples", señala Veenhoven desde Róterdam.
"Es difícil pensar en Ámsterdam como una ciudad donde la familia y los niños son importantes", dice Rina, aludiendo a la imagen que tiene la capital de los Países Bajos como una urbe más bien adulta, con cafés donde comprar marihuana, sex shops y el barrio rojo más famoso del mundo. Y agrega: "Pero cuando vives acá te das cuenta de que para los holandeses la familia es todo. Es una sociedad muy orientada hacia los niños. No es una cultura perfecta y en ningún caso queremos presentarla como una utopía, pero sí sabemos una cosa: los niños son felices y los padres también".
El estudio de Unicef analiza la felicidad de los menores a partir de su propia autopercepción. Los niños evaluaron su grado de satisfacción en tres factores: los vínculos con su madre, con su padre y con sus pares. La investigación también consideró aspectos como el acceso a lo material, a la salud, a la educación y la presencia de conductas de riesgo. Sin embargo, estas últimas variables resultaron tener menos peso. "En términos generales, el Producto Interno Bruto per cápita no parece tener un lazo fuerte con el bienestar infantil: la República Checa rankeó más alto que Austria; Eslovenia más que Canadá", dice la investigación.
Efectivamente, el hecho de contar con cierto bienestar social, como por ejemplo, un seguro de salud bueno y accesible, hace que los padres estén menos ansiosos y eso redunda en una mayor felicidad en los niños. Pero no es una garantía per se. Porque incluso en países en los que esto existe, como en Francia, los niños no son los más felices. Ellos tienen una educación más estricta que la holandesa, ejemplifica Rina, cuyo país llegó apenas al puesto 26 en el estudio de Unicef. Y Michele, su coautora, madre de dos hijos de 10 y 12 años, agrega: "La educación a la francesa (que popularizó Pamela Druckerman con su libro Cómo ser una mamá cruasán, en 2012) se enfoca en cómo hacer la vida más fácil para los padres. Todavía podemos aprender mucho de los franceses. Pero para los holandeses el foco está más en los niños. Les importa más la espontaneidad, el juego, que la disciplina".
Cuando hablan de niños felices, puntualiza Michele, se refieren a niños poco problemáticos, que no se sienten inseguros, que confían en sí mismos pero no se creen el centro del mundo. Son niños que tienen una buena comunicación con sus padres y sus pares. No están expuestos a presiones que no corresponden a su edad (jamás ves bebés oyendo música "intelectualmente estimulante") ni están en un mundo en que todo lo que hacen es "educacional".
Además, los holandeses hablan con sus hijos con libertad de temas complicados de tocar, como el sexo o las drogas. ¿Cómo se logra esto? En su libro, las autoras recogen una serie de hábitos simples que han adoptado los holandeses y que parecen haberles rendido buenos frutos. Por ejemplo, acostumbran tomar desayuno en familia, todos sentados alrededor de la mesa, mientras en el resto del mundo esta es justamente una de las comidas que más se saltean.
El desayuno favorito es una tostada —o dos— cubierta con chips de chocolate (hagelslag, se llaman), lo cual lleva un mensaje claro: un poco de azúcar está OK. De hecho, resulta casi necesaria para lo que sigue: veinte a treinta minutos en bicicleta para llegar al colegio, sin importar si afuera hay sol, lluvia o nieve ("aquí siempre dicen que no existe el mal clima, solo la ropa inadecuada", comenta Rina).
En Holanda no hay bebés sobreestimulados. Y en los colegios, las tareas escolares se han reducido al mínimo, al igual que las actividades extraprogramáticas, lo cual deja bastante tiempo libre para el ocio. Un ocio en el que, dentro de ciertos límites mínimos —como el horario de regreso a la casa—, los niños pueden disfrutar a su antojo y sin supervisión adulta. "Es verdad que Holanda es un país relativamente seguro", comenta Michele sobre la aprensión que podrían sentir los padres de países con otras realidades frente a la idea de que los niños estén solos en la calle. "Pero tampoco es que no exista el peligro. Ámsterdam tiene todos los riesgos que tiene cualquier ciudad grande". 

El valor de no tener miedo

En Holanda, en vez de tratar de proteger a los niños de las posibles amenazas, se preocupan de entregarles herramientas para enfrentarlas. Las autoras están convencidas de que la niñez holandesa es similar a la que tuvieron muchos adultos de hoy, donde la libertad llevaba a la independencia y ella, a la responsabilidad. Pero saben que es una niñez que se ha ido perdiendo a pasos agigantados. Y atribuyen gran parte de la pérdida, no a la tecnología ni a la aceleración en la que vivimos, sino a algo más de fondo: la creciente competitividad. "La sociedad moderna se ha olvidado de valorar la niñez; se la ve solo como un paso de formación hacia la adultez", dice Rina Mae Acosta, una de las autoras del libro. Los niños son cada vez más tratados como "mini adultos" o "adultos en formación", con poco espacio para ser niños. Los padres siempre dicen que quieren que sus hijos sean felices, pero en algunas culturas eso es sinónimo de éxito. ¿Quién no quisiera que sus hijos fueran médicos o abogados? Pero en esa búsqueda, la sociedad está empujando a los padres demasiado lejos. "En Holanda, el foco es otro. No tienen miedo de que a sus hijos les vaya mal en el colegio; entienden el valor de vivir el fracaso en el entorno amable y seguro de la familia. Entienden que la felicidad viene primero y de ella nace la motivación por los logros, no al revés", resume.

miércoles, 25 de octubre de 2017

Programa Entreno y Estudio de la SND


"busca asegurar la permanencia de los
deportistas en el sistema educativo"
Más de 50.000 jóvenes deportistas federados cursan la educación media. El  trabajo conjunto entre la Secretaría Nacional del Deporte y la Administración Nacional de Educación Pública posibilitó la creación de nuevos programas que permiten a este colectivo la continuidad de sus estudios y compatibilizar su vocación. Santiago Urrutia y Lola Moreira son dos de los deportistas incorporados a estos programas.

Los jóvenes deportistas que compiten en los niveles más exigentes acceden a la educación con formatos adaptados que les permitan continuar sus estudios, explicó la coordinadora del Área Deporte y Educación, Andrea Pesce. Este es el caso de Dolores Moreira o Santiago Urrutia.
Quienes se ausentan de las aulas por una beca deportiva o una competencia puntual se amparan en programas de tutoría elaborados entre el Consejo de Educación Secundaria y la Secretaría Nacional del Deporte. Los deportistas federados con dificultades comprobadas para compatibilizar el deporte con el estudio son contemplados a partir de resoluciones administrativas de los distintos desconcentrados. Las situaciones particulares se abordan conjuntamente entre la Secretaría Nacional del Deporte y el Consejo de Educación Secundaria o el Consejo de Educación Técnico Profesional, con estrategias de apoyo.
Gol al Futuro: Más del 95 % de los deportistas juveniles del fútbol profesional uruguayo están insertos en el sistema educativo
A ocho años de la creación del programa Gol al Futuro el balance es altamente positivo, aseguró su coordinador, Pablo Hernández. Más del 95 % de los adolescentes de las divisiones formativas del fútbol profesional de Uruguay está inserto en el sistema educativo, a diferencia de lo que sucedía en 2009, cuando más del 50 % estaba fuera del sistema.
En Gol al Futuro se desempeñan unos 50 profesionales, entre cardiólogos, psicólogos, podólogos, educadores y profesores de educación física. Actualmente, más de 4.000 los jóvenes forman parte de esta iniciativa, incluidos los equipos de fútbol femenino juvenil.
Ahora, el programa enfrenta un nuevo desafío: su inserción en el interior del país a través de los Centros de Desarrollo de la Organización de Fútbol del Interior (OFI) tanto para planteles femeninos como masculinos. Estos centros cuentan con infraestructura adecuada, cuerpos técnicos estables, materiales deportivos de calidad y la indumentaria deportiva para todos los jóvenes, entre otras prestaciones. “La idea es evitar el desarraigo de los jóvenes del interior, impidiendo que tempranamente emigren a la capital para buscar ese sueño de ser futbolistas profesionales”, resaltó.22


martes, 17 de octubre de 2017

Correr y los carbohidratos


La cantidad de carbohidratos (también llamados glúcidos o hidratos
de carbono) que el cuerpo tiene la capacidad de almacenar es de
alrededor de 400 gramos. Los músculos reservan en forma de glucógeno
 300 gramos, que en definitiva es el combustible que tienen para poder
actuar (no son las proteínas ni las grasas; es el glucógeno).
Los 100 gramos restantes están en la sangre a nivel del hígado, que es
 el que regula la glicemia en sangre (o sea, cuando baja y cuando sube).
Cuando se terminan esos depósitos en la sangre, el cuerpo empieza a
sacarlos del músculo para mantener el nivel de glicemia en sangre.
El depósito es finito (son solo 100 gramos) por ello es necesario proveer
al cuerpo de carbohidratos por medio del consumo de determinados
 alimentos.

¿Para qué sirven?

Si el cuerpo carece de carbohidratos utilizará la reserva de proteínas y
grasas. Eso será un problema, ya que el cuerpo tendrá poca energía
(apenas un 3%) y comenzará a degradar los músculos y a "comerse"
su proteína. Esto provocará que el runner pierda masa muscular, ya
que las proteínas, en lugar de formar el músculo, se dedicarán a brindar
 energía al cuerpo. Sin embargo, las grasas empiezan a generar energía
de la veta de oxidación, que es mucho más grande de la que pueden
 generar las proteínas. Pero tienen un problema: demoran mucho tiempo
en transformarse en energía y por lo tanto el runner deberá esperar más
 tiempo para poderla utilizar.

¡Atención!

Cualquier tipo de actividad física consume hidratos de carbono, pero los
ejercicios como correr, ciclismo, triatlón, natación, que son ejercicios donde
 tenés un ritmo mantenido durante un tiempo prolongado, son los que
 consumen más. No sirve de nada darle una inyección de azúcar porque
el cuerpo la va a consumir de inmediato. El secreto para evitar la fatiga
muscular (y prevenir calambres y que tu rendimiento baje) será brindarle
a tu cuerpo la inyección de energía de forma lenta y prolongada.

¿Cómo consumir los carbohidratos?

El suministro de hidratos de carbono y la hidratación (la falta de agua baja
el rendimiento y puede conllevar a la fatiga muscular) son elementos
 nutricionales fundamentales en este tipo de carreras. y los dos van de la
 mano.

Antes

La alimentación anterior a la práctica de cualquier deporte es tan
fundamental como la que se realiza in situ y posteriormente. Si uno va a
correr por la mañana, la cena deberá tener una buena carga de hidratos
de carbono. Por ese motivo muchos deportistas ingieren pasta (100 gramos
de este alimento tiene 80 gramos de hidratos de carbono).
En el desayuno, en cambio, no es necesario ingerir pasta. Basta ingerir pan
 y dulce. El primero tiene un índice glicémico bajo y provocará que la
energía se vaya librando de forma fraccionada. El dulce, al tratarse de un
 azúcar simple, proveerá hidratos de carbono fáciles de absorber.
Si se puede, se recomienda también desayunar frutas.
Si uno practica actividad física por la tarde, se recomienda ingerir alimentos
tres horas antes. Esta comida no deberá ser muy rica en proteínas y grasas.
 Se deberá proporcionar al cuerpo hidratos de carbono. La pasta, el arroz, la
 polenta, los tubérculos, el pan o las leguminosas se digieren rápido y son
efectivos para dotar al cuerpo de la energía necesaria. En caso de que no
 puedas ingerir alimentos, 3 o 4 horas antes se recomienda comer frutas,
 dulces y una carga de hidratos de carbono simples.

Durante

Al hacer running, estás haciendo un ejercicio aeróbico y la generación de
energía para los hidratos de carbono es a través de la cadena respiratoria,
 con el consumo de oxígeno. Luego de estar una hora haciendo ejercicio
 es necesario reponer al menos 30 o 40 gramos de hidratos de carbono.
El ideal sería hacer la reposición cada media hora junto con la hidratación.
Hay que tener presente que la hidratación debe ser paralela al consumo de
carbohidratos, porque su falta generará fatiga muscular. Una buena opción
 para combinar estas dos variables es consumir bebidas isotónicas, aquellas
 que tienen azúcar, electrolitos (que es lo que se pierde con la transpiración),
 potasio y sodio.
Un buen ejemplo es el Gatorade. Una botella de 500cc de esta bebida
 equivale a 30 gramos de hidrato de carbono. Se recomienda ingerir algunos
sorbos cada 15 o 20 minutos. Si únicamente necesitamos reponer hidratos
 de carbono, se puede ingerir frutas, ticholos o geles de reposición.

Después

Es fundamental no olvidarse que cuando termina la carrera queda un trabajo
 pendiente: reponer nuestro organismo. Los aminoácidos (que provienen de
 la leche, huevo, carne) son los que se deben reponer inmediatamente
después de una carrera. Los geles son un buen aporte, así como también
 las pastillas BCAA.
Luego de la práctica deportiva, el músculo está abierto a recibir nutrientes.
Por este motivo se recomienda empezar reponiendo los hidratos de carbono.
 Lo ideal es que la proporción sea 1 g/kg de peso (Ejemplo: si una persona
 pesa 60 kilos, deberá ingerir 60 gramos de hidratos de carbono). Si este
 alimento es acompañado por una proteína, los resultados serán aún
 mejores.
Todo depende de la tolerancia y de la costumbre del deportista. Como todo
en la vida, depende de cada organismo y de cada runner. Cada deportista
conoce su cuerpo mucho mejor que cualquier profesional.

Fuente: Ana Paula Aranco y Tania de Tomas