El problema no es lo que te pasa, sino como reaccionas tu frente a lo que te pasa.
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sábado, 1 de agosto de 2009

+Carta de una docente Secundaria (Espectador .com)

Documento: Carta de una docente (decente)
31.07.2009 | 10.37
28.07.09


Estimado Emiliano:

Soy docente de Enseñanza Secundaria en liceos públicos y privados desde hace 25 años. Cursé el IPA en los últimos años de Dictadura y estoy afiliada al sindicato de docentes ADES desde su creación y durante muchos años participé activamente de la vida sindical. Soy docente efectiva en mi asignatura, estoy en el 7° del escalafón docente. Me efectivicé por concurso en mi cargo de Ayudante de Laboratorio y el año pasado concursé ( y salvé sin copiar!) para acceder a cargos de Dirección y subdirección en carácter efectivo. Esta introducción viene al caso dado que mis reflexiones tienen que ver con mi actividad laboral, en principio, pero también con mi calidad de madre y ciudadana de este país, en definitiva.

Probablemente lo que voy a decir aquí no es nada nuevo. He escuchado en innumerables notas de radio y televisión hablar sobre educación, en general, desde las autoridades de turno o desde las autoridades de los sindicatos, incluso desde grupos de padres (por suerte!). Pero creo que nunca desde los docentes de “a pie” , de los que estamos en la lucha día a día, de los que como yo, no faltamos aunque estemos enfermos, no faltamos al liceo público pero vamos a trabajar al liceo privado, cumplimos con nuestra labor lo mejor que podemos, corregimos los trabajos de nuestro alumnos lo más rápido posible, preguntamos en los exámenes sólo aquello que desarrollamos durante el curso, en fin, hacemos aquello para lo cual fuimos designados y para lo cual nos preparamos, y a pesar de los pesares, lo seguimos haciendo con pasión y vocación.

Pero, lamentablemente, nadie que sea autoridad en un sindicato docente se animaría a plantear la otra realidad, la de los “chantas” que están en la educación como “curro” (si se me permiten los términos), que piden licencia por cualquier cosa, que abusan de los derechos que, por Estatuto nos corresponden, como los famosos 5 días por artículo 45.

Por ejemplo, un docente efectivo tiene derecho por Estatuto a solicitar 5 días durante el año lectivo por causas personales. Originalmente, se pedían sólo en casos extremos y los Directores podían o no autorizarlos. Hoy en día, la práctica de los “5 días” es moneda corriente, es decir, se piden por cualquier razón, y no conozco Director que los niegue.

Otro ejemplo, si un docente pide licencia médica 15 días no se le pone suplente. Vuelve a los 15 días, trabaja dos días y vuelve a pedir licencia 15 días más, y así sucesivamente (dicho sea de paso, ¿cómo hace para que le den tanta licencia médica sin chistar?).Es decir, no permite que otro docente pueda tomar las horas y por supuesto, lo peor de todo, los alumnos no tienen clase durante todo el año y no pasa nada.

Más ejemplos, ya dentro del aula, un docente no da clase y se dedica a charlar con los alumnos, hace escritos de vez en cuando pero nunca los corrige, no tiene la Libreta al día o directamente nunca la abrió para escribir nada (documento público, de carácter obligatorio, donde queda registrado todo lo que el docente hace). Bien, es increíble,¿no? Bueno, que el Director llame a un Inspector de asignatura! Se supone que va a venir en algún día (si viene) y claro, tal vez para ese momento el profe se avivó y completó de apuro la Libreta y el día que lo visita el Inspector hasta da una buena clase! Conclusión, el Inspector le pone un puntaje aceptable o más, e incluso no entiende por qué lo llamaron! Al año siguiente, ese docente sigue estando en el mismo lugar del escalafón docente y en su grado, elige nuevamente horas por encima de todos los que están a continuación en el mencionado escalafón y sigue como si tal cosa.

Y ya que estamos, también el régimen de elección de horas y la estructura del escalafón docente creo, humildemente, que terminan atentando contra los buenos docentes, y favorecen, en muchos casos, a los “ñoquis”. Paso a explicar: cuando el docente es efectivo, pertenece a un escalafón de 7 grados. Para pasar de un grado a otro, alcanza con haber permanecido 4 años en el grado. Sí, no importa cómo, sólo permanecer. Dentro de cada grado, estamos ordenados por puntajes que son elaborados todos los años por una junta calificadora. Este puntaje reúne el puntaje de Inspección (claro, si hace 20 años que no tenés inspección, imaginate el puntaje), el puntaje del informe de la Dirección del liceo y de la Actividad Computada (asistencia, en definitiva).No importan para ese puntaje, por ejemplo, si el docente ha hecho cursos de actualización, si tienen una maestría, si ha publicado trabajos, si está comprometido con su comunidad educativa, etc. El máximo puntaje es 140. Pero claro, cuando se hace la elección de horas, se dan cosas como que un profesor de 5° grado con 135 puntos elige mucho después que un profesor de 7° grado con 75 puntos. Es más, aunque el puntaje en el grado sea muy bajo, no existe la posibilidad de “bajar de grado” (salvo, claro, que el docente robe a mano armada o asesine a un alumno dentro del aula…).

Por eso, cuando el año pasado el Consejo de Enseñanza Secundaria planteó, casi sin aviso, el día de la elección de horas y sin derecho al pataleo que esa elección era “una elección para siempre para garantizar la permanencia en los liceos de un determinado grupo de docentes”, realmente yo no sabía si reírme o llorar. Una vez más, pensé, se termina favoreciendo a los que no se debe favorecer. No hay duda de que es fundamental la permanencia de los docentes en una institución, y esa es una de las tantas razones por la cuales los Colegios privados funcionan mejor. Pero no es así que se debe hacer, pasando por arriba de las carreras funcionales de mucha gente que sí merece la estabilidad y de esta forma nunca la va a lograr. En todo caso, sería más justo articular un sistema de Concursos similares a los de los maestros, con la salvedad de que la realidad de Secundaria es mucho más compleja. Sé que muchos colegas se me tirarían en contra por lo que estoy diciendo, pero seguramente serían aquellos que no deberían estar ocupando un lugar para el cual no tienen la estatura moral y ética.

Por último, no es válido el argumento de que estamos sobrecargados de trabajo, de que cobramos poco, etc. Personalmente, trabajo 60 horas semanales con todo lo que implica de trabajo extra en domicilio, así que hablo con propiedad. Y gano más, en este momento, en la enseñanza pública que en la privada. Por supuesto, sería genial que pudiera ganar lo mismo trabajando la mitad, que es un derecho laboral, etc. Pero por favor, eso no tiene nada que ver con robarle la plata al Estado, en definitiva, a nuestros conciudadanos. Y lo que es peor, no tenemos derecho a negarles a los alumnos de los liceos públicos una educación tan buena como la que reciben los alumnos de los liceos privados sólo porque no pasa nada si faltamos, si no cumplimos, etc.

Estas reflexiones sólo pretenden ser un aporte para una posible discusión más profunda. No pretenden ser exhaustivas ni mucho menos; sólo quiero dejar planteados otros elementos que en general no se consideran. Estaría bueno que, además de hablar de los derechos de los docentes (que desde ya, defiendo a muerte), de la ley de Educación, etc. pensáramos alguna vez pero de verdad en los derechos de los alumnos, y sobre todo de los más desfavorecidos, de los que no pueden pagar un liceo privado o un profesor particular, de los que no se pueden defender.

Podrán decirme que los docentes no somos responsables directos del deterioro de la educación pública, de los problemas de violencia, del deterioro social. Con ese criterio, no somos responsables de nada, y al mejor estilo uruguayo, la culpa siempre la tiene otro. Yo propongo que nos dejemos de doble discurso, y hagamos nuestra parte de la mejor forma posible, es decir, dentro del aula apoyando y ayudando a los alumnos. Lo demás “no vendrá por añadidura” como dice el evangelio, pero mi experiencia de tantos años me dice que siempre se logra algo y a veces es maravilloso cómo uno puede, desde su modesto lugar, cambiar la vida de otro ser humano.

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