El problema no es lo que te pasa, sino como reaccionas tu frente a lo que te pasa.
No importa lo mucho o poco que hagas, sino "como" lo hagas.
No uses el presente para ninguna fin solo vívelo pues es lo único que existe.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Gustavo Zerbino, uno de los 16 sobrevivientes de Los Andes

EL HOMBRE QUE VOLVIO DE LA MONTANA, ES EL PRIMERO EN DAR EJEMPLO DE COMO SUPERAR LA BARRERA DEL DOLOR Y TRANSFORMAR NUESTRO POTENCIAL
Gustavo Zerbino, sobreviviente de Los Andes y motivador
Gustavo Zerbino es un uruguayo más, a juzgar por sus dichos, ambiciones, recuerdos, gustos y por su lugar de nacimiento. Casado, con 58 años de edad, tiene muchos hijos y el menor recién suma 5 años, por eso jura y perjura que "mi mujer ya no se agacha más a buscar el jabón si se le cae".

Gustavo Zerbino, uno de los 16 sobrevivientes de Los Andes

Como todo uruguayo que se precie de tal, le gusta el fútbol, pero también el rugby al cual jugó profesionalmente. Entonces por eso hoy preside la Asociación de Rugby de nuestro país. Es tan uruguayo que cada vez que puede luce su campera azul de Los Teros -la selección nacional del deporte que le apasiona-, y más uruguayo cuando putea, cuando se calienta con las injusticias.
Es lírico, pero como todo ser de estos tiempos, debe trabajar para subsistir él y su familia. Entonces trabaja en un laboratorio multinacional de productos farmacéuticos, y a partir de allí preside una asociación nacional de multinacionales del área química.
Es Gustavo Zerbino, y así, sin más, es un uruguayo como tantos.
Pero el destino lo puso en un avión rumbo a Chile, allá por el año 1972, y entonces su vida se transformó y lo nominó como uno de los 16 sobrevivientes de la tragedia de los Andes.

Lo que cuenta

Desde entonces, tiene mucho para contar y lo cuenta en conferencias magistrales. Por algunas de estas charlas motivacionales cobra miles de euros, como la que brindó en Europa hace pocos días para gerentes de Coca Cola. Allí cobró 10.000 euros de gastos y 15.000 euros de cachet, lo cual destina a su fundación solidaria. Por otras, como aquella en la que estuvo EL ACONTECER en algunos puntos del país, no cobra absolutamente nada, ni siquiera el combustible.
"Cuando estábamos en la montaña nos enteramos que se había suspendido el rescate, lo escuchamos por radio y fue la mejor noticia que nos podían haber dado, pues a partir de ahí supimos que para vivir o morir dependíamos solamente de nosotros. Dejamos de esperar los rescates del mundo exterior, los helicópteros, y estiramos el umbral. Nadie podía caminar más de 10 pasos, éramos 15 y con Numa salimos a caminar. Primero fueron 10, luego 20, 50 pasos y seguimos subiendo y subiendo, de repente a las 4 de la tarde se puso el sol en el volcán Tinguirica y se hizo la noche abajo, pero arriba en la montaña había luz. Teníamos pantalón de tela, mocasines de suela, una camisa y un saco. No teníamos lentes ni guantes ni nada. Estábamos congelados y no podíamos movernos, nos faltaba un rulo para convertirnos en estatuas de hielo. Y en ese momento vimos que la punta de la montaña tenía luz, y supimos que la única manera de no morirnos era llegar a ese sol, la estufita de los pobres. Aceleremos nuestra marcha, pero antes nos dimos cuenta de una cosa: daba lo mismo morirse abajo que arriba. Pero ahí es donde la vida se estira, pues ese segundo es lo único que te queda. Y un niño que acaba de nacer y un hombre de 99 años, a los dos les queda el cien por ciento del tiempo. Pero preferimos quejarnos de todo lo que ocurrió, o pensar que no lo podré hacer, y entonces padecemos la vida. Numa (Turcatti) nos enseñó eso, a pensar con el corazón y no con la cabeza. En la avalancha no paró de escarbar, y podría haberlo hecho por 1000 metros. No teníamos luz, el avión estaba tapado de nieve, no sabíamos donde era arriba y donde era abajo, pero él seguía intentando salvar compañeros. Estábamos apretados, los encendedores sin aire se apagaban. Fueron 3 días en la oscuridad más absoluta, hasta que un día dejó de nevar y vimos por la ventana del piloto que entraba algo flúo, y nos dimos cuenta que para arriba era la salida. Rompimos el vidrio del piloto sin herramientas, y lo que parecía imposible fue posible. Compactamos la nieve y luego de tres días de escarbar salimos a la superficie. Estaba todo nevado, y no se distinguía el sol de la luna. El alud se llevó nuestra ropa, asientos, todo lo que teníamos, y fue arrancar de cero".

Sus charlas son motivacionales, y se las ha brindado en testimonios y enseñanzas de vida a jugadores de fútbol y de rugby, a gerentes y a empleados, a pequeños almaceneros de pueblo y a importantes gerentes de multinacionales. Ha viajado tanto por el mundo que le tuvo que perder necesariamente el miedo a los aviones, aquel miedo que se le incrustó luego del terrible accidente. Europa, Estados Unidos, América del Sur, Asia. Allí ha estado, motivando, enseñando. Se acompaña de una laptop Mac, un par de audiovisuales, un powerpoint y un video que no se extiende por más de 15 minutos. Con un micrófono inhalámbrico recorre los escenarios, mira al auditorio a la cara y así se corresponde su ronca voz con lágrimas, sonrisas, rostros sinceros y agradecimientos.

Aquel rebelde

"Yo le digo a la gente que yo fui antiautoritario, rebelde, hice todo mal, pero luego aprendí a conectarme conmigo mismo. Un día mi padre nos dio plata para que le compráramos un regalo a mi madre, cinco varones y cuatro mujeres. ¿Qué le compramos a mamá?. Una pelota de fútbol. Vivíamos en Carrasco, en un jardín donde no había cercos, el diariero y el panadero, el lechero eran parte de la familia. Dejabas la plata en la botella, la bicicleta afuera, y nadie te llevaba nada. Hoy Carrasco es una jaula donde están todos presos, y los chorros sueltos en la calle. ¡¡ Cómo cambió el país !!. ¿Cuántos años pasaron?. No muchos, apenas 40. Y si esto no lo empezamos a cambiar será peor. Debemos empezar a poner confianza, amor, ejemplos para construir una sociedad más solidaria entre todos".

Amo este lugar

"Yo no critico a este país, digo los defectos que tenemos. Pablo Forlán le hizo ver a Diego Forlán, aún niño, que no le pegaba bien con la zurda, y entonces Diego comenzó a patear la pelota con la zurda, llegando hoy a pegarle mejor con ésta que con la derecha. Por medio de la repetición transformó una debilidad en fortaleza. El ejemplo es lo más importante que hay que dar".

Cuando alguien deja de escucharlo, ya siente que le falta algo. Crítico de la idiosincracia uruguaya, nos pinta de cuerpo entero, y esucharlo en esas dos horas y poco de conferencia, permite una visión poco ortodoxa de nuestro ser. Invita al abrazo y a la sonrisa, al halago y a la crítica constructiva. Pide que saquemos lo mejor de cada uno, y que lo compartamos. No quiere que seamos chatos ni grises, que la sonrisa se componga de partes del corazón, pues como todo sobreviviente, sabe que aún queda mucho para dar.

Confesión: “La montaña era nuestra patria, era Uruguay”

Muestra fotos de su aventura en el glaciar, de sus 73 días en la montaña, de sus reencuentros con la cordillera, de sus viajes. Narra anécdotas que lo vincularon de por vida al arriero Catalán que los encontró, muestra un crucifijo roto, y una batería quemada, algunos de los recuerdos que pudo bajar de los 4000 metros, en una maleta que llegó a pesar 100 kilos y que le sirvió para rescatar lo que sus amigos dejaron en esta tierra, luego de muertos.
"Donde estábamos era un lugar majestuoso, pese a todo. Allí el hombre se va empequeñeciendo, la presencia de Dios es muy fuerte. Volvimos al lugar que nos había cobijado y era un infierno de hielo, y al mismo tiempo un lugar mágico. Yo soy una persona muy mística, y entonces traje un pedazo de pasto de la cancha que hicimos, la bandera uruguaya. Y antes de irme, siempre hablo de mi país y pregunto si hay uruguayos, entonces les muestro la bandera y les hablo con el corazón. Es gente que derrama lágrimas, orgullosa de ser uruguayo. Esta bandera es donde vivíamos, pues teníamos el sol arriba, junto al cielo celeste, y el blanco de la nieve por debajo, en el piso. Estábamos adentro de la bandera uruguaya, y decíamos que allí era nuestro país, para no extrañarlo".

Aquellos nombres

Con un marcador escribió los nombres de los 16 sobrevivientes en los 16 espacios del sol de nuestra bandera. Ni uno ni uno menos. Un total de 16, y los muestra como ejemplo de amor. "Yo esto lo hago porque quiero, no porque sea una obligación" -se refiere a dar charlas en el interior de su país- y entonces pasa a comentar que la historia de ellos le corresponde a la Humanidad, porque es el Hombre contra la adversidad de la Naturaleza. "Todos juntos y con ayuda de Dios, el imposible se transforma en posible", pero entonces acota que es una historia de uruguayos, "porque los valores los sacamos de este país".
De allí los sacó un arriero, un gaucho, entonces refiere al origen de la palabra “gauchada”. En el campo, en la montaña y en el mar, la palabra aún tiene sentido y valor, recuerda.

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